Imaginemos a Jesús comiendo en la casa de alguien al que consideramos un corrupto acompañado de los conocidos de este hombre (también muy flojos de antecedentes) en la misma mesa. Seguramente tenemos a varios en la mente. Pongámonos en esa situación para poder entender bien esta historia.
A lo largo de su vida en la tierra, Jesús siempre demostró ser un hombre cercano a la realidad de las personas y al estado de ellas. Desde la cercanía, comprensión y amor se acercó y acerca a la humanidad sin importarle su status social, moralidad o antecedentes. El mismo Jesús que rechaza la religiosidad y apariencia, se aferra a la transparencia, a lo genuino y real de cada uno de nosotros en lo espiritual para acercarse. Veamos qué no mira, qué mira y qué busca Jesús al momento de tener que compartir una mesa con alguien.