«Me lo pasaba tan bien que se me iba el día entero sin darme cuenta. Si estaba 20 horas o más frente a una pantalla, era como si hubieran pasado solo veinte o treinta minutos».
«Me quedaba toda la noche despierta, conectada hasta las 9 o las 10 de la mañana, y decía que me encontraba mal para no ir a clase».
«Cuando me llamaban para ir a comer, me llevaba el móvil, lo ponía al lado del plato y seguía mandando mensajes».
«Por mi dependencia de las redes sociales lo perdí todo».