Hay una regla general en relación a las gracias especiales que se conceden a cualquier ser humano. Siempre que el favor divino elige a alguien para recibir una gracia especial o aceptar una vocación sublime, Dios adorna a la persona elegida con todos los dones del Espíritu necesarios para realizar la tarea encomendada. Esta regla general se cumplió de manera muy especial en el caso de San José.
— San Bernardino de Siena