A los y las periodistas se les ha situado siempre con el poder y no con la gente, y aun siendo cierto, sobre todo en los últimos tiempos, siempre encontramos honrosas excepciones con profesionales para quienes el periodismo es mucho más que un trabajo ya que es una forma de estar en el mundo, de mirarlo, de escucharlo y de contarlo. Incluso a veces de traducirlo. Personas para quienes es un privilegio poderse poner en la piel de las demás y compartir un pedazo de sus vidas. Dar testimonio en momentos difíciles, como los que vivimos la humanidad, los pueblos y las naciones en estos instantes y contarlo sin cortapisas, sin limitaciones, para llegar donde hay que llegar, para llevar las historias un paso más allá, es una tarea digna y loable.

Al igual que Rodolfo Walsh, creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano, cualquier ciudadana, a divulgar la verdad que conoce, por comprometida que sea y me atrevería a decir más, nuestro invitado de hoy, también, porque el periodismo es libre, o es una farsa sin medias tintas y él utiliza la tinta completa.

En su libro “Paco de Lucía. El hijo de la portuguesa”, dice Juan José Téllez, que, "sin ser una biografía", el libro refleja que "no hay un rostro oculto" porque, como destaca, "Paco no tenía doblez". Sin pretenderlo, al escribir esto, Juan José, nuestro invitado de hoy, estaba condensando una semblanza de sí mismo, porque si algo me facilitan mis otros cinco sentidos, esos de los que rara vez se hablan ni se mencionan, pero que existen, como el de la intuición o el de la percepción, es reconocer y reconocerme también en las personas que desconocen el disimulo. Y aunque a veces es difícil ser, lo que hay en Juan José, es siempre lo que es, y lo que es, es siempre lo que ves. Un andaluz, de Algeciras, para más señas, a quien le interesan los nadie, los derechos humanos, las y los migrantes, la no violencia, la poesía, la música, la memoria y la vida.