La cohesión social ha surgido recientemente como una importante fuente de inquietud en los debates sobre las migraciones en la Unión Europea (UE). Varios Estados miembros, como el Reino Unido, preocupados ante el aumento de la inmigración y el supuesto fracaso de la integración de las personas migrantes en la cultura, sociedad y política de los países de acogida, están proponiendo controles más estrictos sobre la inmigración como solución a la crisis de la cohesión social. Son numerosos los argumentos que se esgrimen para justificar esta postura: desde una actitud alarmista ante lo que se percibe como un incremento exponencial en el número de nuevos inmigrantes, hasta las objeciones que plantean las autoridades locales, que consideran que tener que albergar un número creciente de personas en infraestructuras escolares, hospitalarias y alojamientos limitados, además de tener que hacer frente a la difícil asimilación de este colectivo, les supone una mayor carga sobre los recursos locales (públicos y privados). Aparentemente, claro, porque la rumorología tendenciosa se encarga de hacernos creer, a ciudadanía y a gobernantes que estas cuentas son así, cuando las cifras, las estadísticas nos hablan de algo bien distinto. A nosotras, al igual que a nuestro invitado de hoy, nos interesa hablar de cohesión social, inclusión y sentido de pertenencia en positivo y como reto para seguir construyendo, mediante políticas migratorias acertadas y humanas, territorios donde quepamos todas y todos en condiciones de igualdad, de respeto y deferencia.

Nos acompaña Luís Vargas Martínez, Director General de Coordinación de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía.