El ser humano siempre ha sentido atracción por la muerte y lo macabro, y el turismo no ha sido ajeno a ello. En los últimos años, ha crecido el llamado tanatoturismo o turismo oscuro, que lleva a miles de visitantes a escenarios de asesinatos, tragedias o guerras.

En Barcelona, rutas como las de GoBcn muestran la historia de criminales como El Arropiero o Enriqueta Martí, además de huellas de la Guerra Civil. "Es una forma de conocer la ciudad de otra manera", explica una asistente habitual.

La memoria bélica también alimenta este turismo. Belchite, arrasado en 1937, recibe hoy miles de turistas que recorren su Pueblo Viejo como recordatorio de la guerra. Muchos aseguran que visitar lugares así ayuda a tomar conciencia de los errores del pasado.

El fenómeno se mezcla con el éxito mediático de los crímenes reales. El caso de Tor, en el Pirineo catalán, convertido en libro, serie y atractivo turístico, ha multiplicado la llegada de visitantes, generando tanto ingresos como tensiones entre vecinos.

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