El fruto de una verdadera salvación radica en una fe que obra, un amor que trabaja y una esperanza que perdura. Esto solo es por medio de aquel que por gracia nos da salvación.
El fruto de una verdadera salvación radica en una fe que obra, un amor que trabaja y una esperanza que perdura. Esto solo es por medio de aquel que por gracia nos da salvación.