El Señor muere y resucita. Nos anuncia nuestra propia salvación y la realiza para cada uno de nosotros. Y nada más resucitar nos encomienda tres mandamientos nuevos, de los cuales dos no podemos cumplir por nosotros mismos. Digamos que resucita y nos lo pone difícil. El tercer mandamiento de estos nuevos, sí que lo podemos cumplir.