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Bambú, orquídea silvestre, crisantemo y… ciruelo florido. Los pintores antiguos creían que estos cuatro motivos tradicionales dotaban al principiante del registro de pinceladas que necesitaba para abordar con solvencia el paisaje, la “pintura de montaña y agua” (shan-shui en chino); una categoría pictórica que está en la cima de la pintura china tradicional.
Y aunque son muchas las técnicas y muy variados los tipos de pinceladas que pueden usarse en la pintura china de paisaje, es cierto que la experiencia y el conocimiento adquiridos con la práctica de estos cuatro motivos nos proporcionan una base sólida y los registros de pinceladas necesarios para acercarnos a ella con cierta confianza y suficiente solvencia.
Así que poco a poco, pincelada a pincelada, caballero a caballero, con el paso del tiempo, la repetición y la práctica, la copia y la paciencia, entre risas y frustraciones, en silencio y en compañía,... hemos ido afianzando la técnica , serenando nuestras mentes y vaciando nuestros corazones.
Durante todos estos minutos te he estado hablando de estética taoísta y neo-confuciana, quizá de pasada, probablemente sin pretenderlo. Pero te aseguro que la semilla del san-shui ya la tienes plantada dentro de ti, justo al lado del corazón. Que germine o no… eso ya será otra cosa, lo comprobarás con el tiempo, con la práctica; y con la constatación, en el futuro, del camino recorrido.
Cuando a través del pincel y de la tinta los pintores antiguos representan la “naturaleza subjetiva” es cuando surge la “pintura de paisaje” (shanshui, pintura de “montaña y agua”) tal como la entendían ellos: el reflejo del ser humano y, por lo tanto, de su espíritu.
Zong Bing escribió que la pintura de paisaje china está compuesta de “sustancia y esencia”. Para entendernos mejor, de “forma y espíritu”.
Sustancia y esencia, forma y espíritu. Desde esta perspectiva, la pintura deja de ser un ejercicio estético y se convierte en una práctica de meditación, de búsqueda del propio yo en el motivo representado.
Bambú, orquídea silvestre, crisantemo y… ciruelo florido. Los pintores antiguos creían que estos cuatro motivos tradicionales dotaban al principiante del registro de pinceladas que necesitaba para abordar con solvencia el paisaje, la “pintura de montaña y agua” (shan-shui en chino); una categoría pictórica que está en la cima de la pintura china tradicional.
Y aunque son muchas las técnicas y muy variados los tipos de pinceladas que pueden usarse en la pintura china de paisaje, es cierto que la experiencia y el conocimiento adquiridos con la práctica de estos cuatro motivos nos proporcionan una base sólida y los registros de pinceladas necesarios para acercarnos a ella con cierta confianza y suficiente solvencia.
Así que poco a poco, pincelada a pincelada, caballero a caballero, con el paso del tiempo, la repetición y la práctica, la copia y la paciencia, entre risas y frustraciones, en silencio y en compañía,... hemos ido afianzando la técnica , serenando nuestras mentes y vaciando nuestros corazones.
Durante todos estos minutos te he estado hablando de estética taoísta y neo-confuciana, quizá de pasada, probablemente sin pretenderlo. Pero te aseguro que la semilla del san-shui ya la tienes plantada dentro de ti, justo al lado del corazón. Que germine o no… eso ya será otra cosa, lo comprobarás con el tiempo, con la práctica; y con la constatación, en el futuro, del camino recorrido.
Cuando a través del pincel y de la tinta los pintores antiguos representan la “naturaleza subjetiva” es cuando surge la “pintura de paisaje” (shanshui, pintura de “montaña y agua”) tal como la entendían ellos: el reflejo del ser humano y, por lo tanto, de su espíritu.
Zong Bing escribió que la pintura de paisaje china está compuesta de “sustancia y esencia”. Para entendernos mejor, de “forma y espíritu”.
Sustancia y esencia, forma y espíritu. Desde esta perspectiva, la pintura deja de ser un ejercicio estético y se convierte en una práctica de meditación, de búsqueda del propio yo en el motivo representado.