El placer del buen comer no le pide nada al placer del amor, sobre todo porque se trata de un arte que empieza desde la selección de los ingredientes, su preparación y la forma en que finalmente llegan a la mesa.
El placer del buen comer no le pide nada al placer del amor, sobre todo porque se trata de un arte que empieza desde la selección de los ingredientes, su preparación y la forma en que finalmente llegan a la mesa.