Hoy muchos recuerdan esa promesa de Alfonsín, “con la democracia se come, se educa y se cura”, como el máximo ejemplo de la falta de realismo, un desborde del optimismo ingenuo. O, peor, de la manipulación y el engaño a los votantes. O como una mezcla de ambas cosas. Según uno crea que Alfonsín fue sincero o no.