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Destrucción de fortalezas-Pra. Claudia Ramírez


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En este mensaje la pastora Claudia, nos habla de la importancia de guardar nuestro corazón, reconocer las fortalezas que nos limitan a vivir la vida que Dios ha soñado para nosotros y usar sus herramientas para poder vencerlas.

CITA BÍBLICA:

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. Proverbios 4:23

PUNTOS CLAVE DEL MENSAJE:

Nuestro corazón es el lugar donde depositamos lo más importante. Cuidar de él implica prestar atención a qué le dedicamos nuestra atención. Una forma de entender esto es comparándolo con una atalaya, una torre elevada donde se coloca un vigilante para observar a mayor distancia.

Cuando hablamos de guardar, nos referimos a ser como una atalaya, vigilando lo que protegemos. En las ciudades fortificadas, la atalaya permitía ver al enemigo acercarse desde lejos. De igual manera, debemos cuidar con esmero aquello que consideramos valioso y le dedicamos especial atención.

El corazón representa nuestros pensamientos, entendimiento, conocimiento, alma, emociones y voluntad. Por eso, sobre todo lo que cuides, pon especial atención a lo que depositas en tu corazón. De él mana la vida; lo que pongas en tu corazón es lo que fluirá, nacerá, surgirá y crecerá.

En el Antiguo Testamento, vemos el tabernáculo. La primera parte es el atrio o patio, que es la parte externa. El tabernáculo es un reflejo simbólico de nuestro ser. Todo lo que vemos en el Antiguo Testamento es una sombra o reflejo

de algo para nosotros. El tabernáculo nos representa a ti y a mí: el atrio es tu cuerpo.

En el centro, tenemos el lugar Santo, que simboliza tu corazón, alma, pensamientos, voluntad y sentimientos, todo en un nivel consciente. Luego, el lugar Santísimo representa tu espíritu, que está en un nivel inconsciente.

Sobretoda cosa guardada, guarda tu corazón con cuidado. Pon atención a lo que depositas en él, porque lo que pongas allí es lo que producirás y surgirá de ti. Lo que separaba el lugar Santo del lugar Santísimo era un velo o cortina densa.

Mis conclusiones las pongo en mi corazón, y cuando pasan a mi espíritu, se convierten en convicciones. No todo lo que ponemos en nuestro corazón es correcto, pero de él mana la vida. Tu corazón no distingue entre conclusiones correctas e incorrectas; lo que le pongas, lo tomará. Una vez que la conclusión pasa a mi espíritu, se convierte en una fortaleza. Lo que está en mi corazón, soy consciente de ello, pero lo que ha pasado a mi espíritu, estoy inconsciente de ello.

No existe poder humano que pueda derribar una fortaleza. No puedes destruir lo que no ves, ni deshacerte de algo cuya

existencia desconoces. No puedes quitar algo de lo que no tienes noción.

¿Qué es lo que necesito? Necesito luz. Pero no una luz que esté en mí o en los humanos. ¿Dónde está esa luz?

En Salmos 36:9 dice: “Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz”. Dios es la luz. En Salmos

119:105 se menciona: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y
lumbrera a mi camino”. Y en Juan 5:39, Jesús dice: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.

Jesús está hablando aquí, diciéndoles a los fariseos que ellos piensan que encontrarán la vida eterna en las Escrituras, pero las Escrituras hablan de Él y dan testimonio de Él. Jesús dijo: “Yo soy la luz”. Necesito luz. No hay manera de ver lo que está en mi espíritu sin su luz. Para ver la luz, debo ir a su palabra. Para empezar a ver y distinguir la luz, debo ir a su palabra. Puedo oír si Dios me habla. En Romanos 10:17 se dice: “La fe viene por el oír”.

Necesito la palabra de Dios para oír, y el oír viene por la palabra de Dios. La palabra de Dios destapa nuestros oídos. Debemos estar en la palabra de Dios para poder escuchar. Si Dios está hablando y no lo oigo, significa que tengo los oídos

tapados. La palabra de Dios nos otorga la capacidad de oír. Por lo tanto, necesito la palabra de Dios tanto para ver como para oír. La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios. La palabra de Dios es el conducto por el cual el oír llega a nosotros.

Hebreos 4:12-13 dice: La palabra de Dios es viva y poderosa, más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra entre el alma y el espíritu, entre las articulaciones y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos.

No hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios; todo está desnudo y expuesto ante sus ojos, y es a Él a quien rendimos cuentas.

La palabra de Dios es viva y poderosa, más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, hasta nuestro espíritu, y revela lo que estaba oculto en nuestro inconsciente.

La palabra de Dios penetra profundamente, más cortante que una espada de dos filos, llegando a lugares inaccesibles para nuestra conciencia, inteligencia, pensamientos y conocimiento. Su palabra revela lo oculto, porque muchas veces no sabemos lo que está allí. Al leer la palabra de Dios, el Espíritu Santo trae a la luz cualquier fortaleza, haciéndola visible. Cuando Él ilumina, nos da la oportunidad de ser libres y de liberar lo que hemos guardado en nuestro espíritu.

En 2 Corintios 10:4-5 se dice: “Porque las armas de nuestra

milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. El Espíritu Santo, que mora en nosotros, nos otorga el poder de destruir fortalezas.

En Juan 8:31-32, Jesús dice a los judíos que habían creído en Él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Esta palabra no era solo para los doce discípulos o los setenta que estaban con Él, sino para todos

los que creen en Él. La verdad revela y destruye las fortalezas. ¿Qué es la verdad? Su palabra.

Esa es la verdad: Jesús es el camino, la verdad y la vida, y las Escrituras dan testimonio de Él. Él es la verdad, y la verdad expone las fortalezas. ¿Por qué?

Porque las armas que tenemos son poderosas. Cuando la verdad expone una fortaleza, podemos eliminarla al instante. Las armas que poseemos no son comunes; son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. En el momento en que el Espíritu Santo revela la verdad, tenemos el poder para derribar cualquier fortaleza.

Este poder que está en nosotros es para que lo ejerzamos sobre nosotros mismos. Todo lo que aprendemos de Dios y todo lo que Él nos muestra, primero lo hacemos nuestro. Lo usamos para que el Señor nos ayude a derribar las fortalezas que hemos dejado entrar en nuestro espíritu. Pero también es un poder que tú y yo tenemos para derribar fortalezas en aquellos a quienes cuidamos, en todos los que están bajo nuestra protección.

La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos. Esta palabra, que se traduce como espada, también puede significar castigo. La palabra de Dios es más efectiva que cualquier castigo que puedas imponer a tus hijos o a las

personas bajo tu cuidado. Muchas veces, no se trata de castigar, sino de sembrar una verdad, porque la verdad expone las fortalezas. Castigar es la manera en que el mundo corrige, pero hay momentos en los que necesitas traer la
verdad para que la verdad los haga libres.

Es crucial saber cuándo es necesario corregir y cuándo es necesario sembrar una verdad. Una fortaleza es como una torre que impide la visión, y esa torre está en tu espíritu. Es una barrera que te impide ver y conocer a Dios de la manera

en que Él quiere que lo conozcas.

Esta es la forma en que tú y yo vamos a impedir que las conclusiones se conviertan en fortalezas: llevando cautivo todo pensamiento. Tú tienes el control sobre tus pensamientos, que están en un nivel consciente. Tienes el poder para controlar lo que piensas. Cuando viene un pensamiento, lo distingues y lo llevas cautivo a la obediencia a Cristo. Esto significa que, en lugar de hacer lo que ese pensamiento te impulsa a hacer, haces lo que dice la palabra de Dios. Obedeces la palabra de Dios llevando cautivo todo pensamiento.

¿Cómo distinguir entre un pensamiento que no es de Dios? Si algo que estás pensando no te hace sentir bien respecto a Dios, a ti mismo o a tus hermanos, no es de Dios. La luz se enciende en nosotros para estar conscientes de nuestros

pensamientos y de lo que llega a nuestra mente. Debemos tener cuidado con lo que dejamos pasar a nuestro espíritu, porque cuando algo llega a nuestro espíritu, significa que ya hemos estado actuando de esa manera.

Su palabra nos hará libres de cualquier cosa que hayamos dejado pasar a nuestro espíritu, ya sea consciente o inconscientemente.

LLAMADO A LA ACCIÓN:

Permanecer en la palabra de Dios para poder escuchar lo que él habla además de poner atención a lo que depositas en tu corazón, porque es lo que producirás y surgirá de ti.

CONCLUSIÓN:

No existe poder humano que pueda derribar una fortaleza. No puedes destruir lo que no ves, ni deshacerte de algo cuya existencia desconoces. No puedes quitar algo de lo que no tienes noción.

 


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