A veces tendremos que elegir entre agradar a Dios o agradar a los que nos rodean. Esforzarnos por tener buenas relaciones con los demás es importante, pero mantener una relación firme y obediente con Cristo lo es más.
Cuando se trata de la verdad del Evangelio no debemos rebajar nuestros estándares ni cambiar el mensaje para adaptarnos a los que no creen. Si diluimos el mensaje del Evangelio para agradar a la gente, dejaremos de servir a Cristo.