Cuando Santiago conoció a Victoria, ella ya era la mamá de Lola. Si bien él siempre había tenido el deseo de ser padre, no fue hasta que la nena lo llamó “papá” que entendió que se habían elegido para siempre como familia: “Todos los obstáculos, todos los caminos que se fueron cerrando me fueron preparando para formar esta familia diversa en la que nos adoptamos mutuamente”.