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Ahora que en Moscú la sonrisa de la coexistencia ya no es pertinente, el rostro monstruoso del comunismo, que desde 1917 muestra los rasgos indelebles de la violencia, del bandidismo, de la mentira y del crimen, ha reaparecido. Es una prueba más de que el comunismo no tolera ninguna desviación dogmática y debe reprimir por todos los medios toda apariencia de libertad; una vez más el slogan según el cual la Unión Soviética no constituye una amenaza para la Europa libre queda refutado. El comunismo no puede ser liberalizado sin dejar de ser comunismo.
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Ahora que en Moscú la sonrisa de la coexistencia ya no es pertinente, el rostro monstruoso del comunismo, que desde 1917 muestra los rasgos indelebles de la violencia, del bandidismo, de la mentira y del crimen, ha reaparecido. Es una prueba más de que el comunismo no tolera ninguna desviación dogmática y debe reprimir por todos los medios toda apariencia de libertad; una vez más el slogan según el cual la Unión Soviética no constituye una amenaza para la Europa libre queda refutado. El comunismo no puede ser liberalizado sin dejar de ser comunismo.