Pocas instituciones hay tan opacas, con todo el respeto, como la Iglesia de Roma. Al fin y al cabo esta institución antigua, muy antigua, es reconocida internacionalmente por la calidad de su diplomacia. Por eso jamás van a sacar el pie del tiesto, jamás se les va a coger en un renuncio… Jamás, salvo que su máximo representante sea alguien tan imprevisible como el papa Francisco. Por eso hace años asistimos a lo que los periodistas que contemplaban atónitos la escena era, ni más ni menos, que un exorcismo en plena plaza de San Pedro. Esto sirvió para conocer que el papa Juan Pablo II también llevó a cabo tres exorcismos durante su pontificado, uno de ellos especialmente terrible.