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Or
En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
El amor no pasa nunca.
Jesús en el presente Evangelio evoca la situación narrada la semana anterior donde Él llega a la sinagoga y leyendo el texto del profeta Isaías, menciona su misión: proclamar, liberar y evangelizar. Hoy, el maestro se ve inmerso en una situación difícil donde la falta de comprensión por parte de los judíos les motiva a desear despeñarlo.
El texto de Isaías después de hablar del año de gracia del Señor, habla del “día de la venganza de nuestro Dios”. Por eso los nazarenos se extrañaban de que Jesús solo hubiera pronunciado las palabras sobre la gracia. Ellos esperaban la frase de Isaías que venía a continuación del texto que Jesús leyó: “el día de la venganza de nuestro Dios”. Este deseo de venganza encajaba perfectamente con la situación que aquella gente vivía, pues el imperio romano ocupaba el país y les oprimía. Pero en el mensaje de Jesús no tiene cabida la idea del castigo ni el deseo de venganza.
Todo, porque Dios es amor como lo narra la primera carta de San Juan, “el amor viene de Dios, quien no ama, no ha nacido de Dios, porque Dios es amor”. Es el amor o la caridad como también es conocido lo que motiva a Jesús a cambiar el sentido como se comprende la ley. ¿Eres una persona llena de rencores, odios o resentimientos? ¿Deseas vengarte para intentar sanar tu dolor?
Recuerda que Cristo te invita hoy a abrir el corazón, anunciar la verdad a toda costa y no olvidar que el amor nunca pasa, nunca termina. Es el amor el que libera el corazón del hombre y le mueve a perdonar, este mismo amor hace que una madre sea paciente con su hijo en períodos difíciles, es el amor el que hace que Dios siempre salga a tu encuentro, esperando que abras tu corazón y te dejes amar. “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno te consagré” decía el Señor al profeta Jeremías y hoy mirándote a los ojos te lo dice a ti.
No despeñes a Jesús de tu vida por no comprender su Voluntad o porque las cosas no salgan como lo esperas. No permitas que Él se aleje, porque cuando lo rechazas se aparta y te sigue esperando fuera anhelando que algún día le invites a reinar en tu vida. Si estás afligido o tienes algún problema sin aparente solución invoca al Señor como el Salmista y dile: “Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa”.
Todo llega y todo pasa, como pasa la espuma que dejan las olas cuando el mar se agita, menos el amor que no pasa nunca.
En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
El amor no pasa nunca.
Jesús en el presente Evangelio evoca la situación narrada la semana anterior donde Él llega a la sinagoga y leyendo el texto del profeta Isaías, menciona su misión: proclamar, liberar y evangelizar. Hoy, el maestro se ve inmerso en una situación difícil donde la falta de comprensión por parte de los judíos les motiva a desear despeñarlo.
El texto de Isaías después de hablar del año de gracia del Señor, habla del “día de la venganza de nuestro Dios”. Por eso los nazarenos se extrañaban de que Jesús solo hubiera pronunciado las palabras sobre la gracia. Ellos esperaban la frase de Isaías que venía a continuación del texto que Jesús leyó: “el día de la venganza de nuestro Dios”. Este deseo de venganza encajaba perfectamente con la situación que aquella gente vivía, pues el imperio romano ocupaba el país y les oprimía. Pero en el mensaje de Jesús no tiene cabida la idea del castigo ni el deseo de venganza.
Todo, porque Dios es amor como lo narra la primera carta de San Juan, “el amor viene de Dios, quien no ama, no ha nacido de Dios, porque Dios es amor”. Es el amor o la caridad como también es conocido lo que motiva a Jesús a cambiar el sentido como se comprende la ley. ¿Eres una persona llena de rencores, odios o resentimientos? ¿Deseas vengarte para intentar sanar tu dolor?
Recuerda que Cristo te invita hoy a abrir el corazón, anunciar la verdad a toda costa y no olvidar que el amor nunca pasa, nunca termina. Es el amor el que libera el corazón del hombre y le mueve a perdonar, este mismo amor hace que una madre sea paciente con su hijo en períodos difíciles, es el amor el que hace que Dios siempre salga a tu encuentro, esperando que abras tu corazón y te dejes amar. “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno te consagré” decía el Señor al profeta Jeremías y hoy mirándote a los ojos te lo dice a ti.
No despeñes a Jesús de tu vida por no comprender su Voluntad o porque las cosas no salgan como lo esperas. No permitas que Él se aleje, porque cuando lo rechazas se aparta y te sigue esperando fuera anhelando que algún día le invites a reinar en tu vida. Si estás afligido o tienes algún problema sin aparente solución invoca al Señor como el Salmista y dile: “Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa”.
Todo llega y todo pasa, como pasa la espuma que dejan las olas cuando el mar se agita, menos el amor que no pasa nunca.