Habitualmente se habla del Bautismo como una ceremonia eclesiástica y relacionada con la vida institucional de la Iglesia o religión. Pocas veces tomamos en cuenta que el bautismo es mucho más que eso, el bautismo es más personal que institucional, es la representación en vivo del inicio de una nueva manera de caminar junto con Cristo. No es casual que el término bautismo tenga su etimología en sumergir. La palabra bautismo que usamos en castellano, es una transcripción casi literal de la palabra griega “BAPTIZO”. Esta palabra griega, es un vocablo compuesto por dos partes: “BAPTO” e “IZ” que significan lo siguiente: “BAPTO”: “Sumergir o hundir algo o alguien en un líquido”. “IZ”: “Es una sílaba que se usaba para dar a entender la idea de: Hacer que algo o alguien lleve a cabo la acción del verbo”. Uniendo las dos partes de la palabra BAPTIZO, el significado vendría a ser: “Que algo o alguien sea sumergido en un líquido.
Veremos en esta reflexión, qué sumergimos y qué emerge en esta representación: