Capítulo VIII. De su cura y otros sucesos peregrinos
He aquí a la mañana amanece a mi cabecera la
huéspeda de casa, vieja de bien, arrugada y llena de
afeite, que parecía higo enharinado, niña si se lo pre-
guntaban, con su cara de muesca, entre chufa y cas-
taña apilada, tartamuda, barbada y bizca y roma; no
le faltaba una gota para bruja. Tenía buena fama en el
lugar y echábase a dormir con ella y con cuantos
querían; templaba gustos y careaba placeres.
Llamábase la Paloma; alquilaba su casa y era corre-
dora para alquilar otras. En todo el año no se vaciaba
la posada de gente.