Óscar Ortega Vasalo tendría hoy 42 años. Han pasado 20 desde que su familia le perdía la pista. Sus huellas dactilares coinciden con las de aquel joven que fallecía el cinco de mayo de 1988 arrollado por un tren. Su cadáver fue enterrado en Boisaca y trasladado a la fosa común en 1995. En las últimas dos décadas nadie ha reclamado su cuerpo y el enigma, del llamado Caminante de Boisaca, no ha estado exento de especulaciones.