Todas las cosas que valen la pena requieren de un esfuerzo, de un sacrificio, es decir, tienen un costo. Ser cristiano no es simplemente congregarse cada domingo y nada más. Ser cristiano tiene un costo: Negarse a sí mismo, a lo que le gusta, desea, y anhela como persona. Poner a Cristo antes que a cualquier persona, incluso los familiares. Obedecerlo en toda circunstancia.