Los estudios sistemáticos de nuestro pasado surgen en un mundo en el que la mujer es entendida con términos como: El complemento del hombre, Ama de Casa, alguien débil y dependiente al que hay que proteger para garantizar la cría de los vástagos del varón.
Tener una hija en vez de un hijo, era una tragedia pues la dote era un gasto y la mujer no se contemplaba jurídicamente cómo alguien válido para la transmisión de la herencia o el legado.
La Arqueología surge en este contexto extremadamente machista, y por lo tanto, ni siquiera se contemplaba prestar atención al estudio del crucial papel de las mujeres en nuestra Historia.
Toda la Historia Humana escrita es incorrecta, coja, desnuda e incompleta, fruto de estos prejuicios que desvelan una profunda ignorancia de la realidad histórica objetiva.
Es muy difícil obtener datos historiográficos sobre el papel de la mujer en el pasado, pues ha sufrido de una irrelevancia sistémica en la mayoría de las culturas desde la Edad del Hierro.
Las evidencias arqueológicas, hoy en día, nos están mostrando una realidad muy diferente a la escrita en los textos académicos. Por lo visto, es bastante probable que las pinturas rupestres que a todos nos fascinan como un logro del “hombre” fuesen realizadas por mujeres, entre otras cosas.
Estamos descubriendo continuamente nuevos datos que indican que la realidad dista mucho de lo que nos han contado hasta ahora.
Nuestra Historia y nuestra relevancia como especie será una falacia o una medio verdad, hasta que no dediquemos los mismos esfuerzos al estudio de ambos géneros.
Aún queda mucho por hacer.