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El cuadrante del amor: Estas cuatro palabras de 1 Corintios 13:7 —“Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”— revelan la incapacidad de una persona para sostener la escalabilidad de un conflicto cuando no ha sido debidamente equipada.
Pablo nos muestra que la capacidad de un individuo para amar no se mide por sus buenas intenciones, sino por el grado de equipamiento interior. Muchos de nosotros, en lugar de estar preparados para responder con madurez al dolor, hemos sido formados —consciente o inconscientemente— para reaccionar al dolor infringiendo aún más dolor.
La manera adecuada de aumentar nuestra respuesta asertiva en medio del conflicto está directamente relacionada con nuestra resistencia al dolor. El dolor duele, sí, y pesa con más fuerza sobre una vida ya herida. Por eso, la invitación que Pablo nos hace es a crecer en capacidad espiritual y emocional, aumentando nuestra resistencia al dolor que duele, no escapándolo, ni disfrazándolo, sino enfrentándolo desde el amor que todo lo soporta.
En nuestro libro Matrimonios en crisis, identificamos tres detonantes que muchas veces nos equipan —trágicamente— para la disfunción y no para la restauración:
Los traumas no resueltos que siguen operando en las sombras del alma.
Las heridas emocionales activas, que nunca cicatrizaron y continúan sangrando con cada roce.
La intimidad fracturada, donde el amor ya no fluye como entrega mutua, sino como mecanismo de defensa o manipulación.
Sanar y amar bien requiere reentrenar el corazón: no para huir del conflicto ni para escalarlo con violencia, sino para resistir en el amor que ha sido derramado en nosotros por el Espíritu (Romanos 5:5). Solo desde ese amor podremos crecer en capacidad para responder con gracia donde antes solo reaccionábamos con dolor.
El cuadrante del amor: Estas cuatro palabras de 1 Corintios 13:7 —“Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”— revelan la incapacidad de una persona para sostener la escalabilidad de un conflicto cuando no ha sido debidamente equipada.
Pablo nos muestra que la capacidad de un individuo para amar no se mide por sus buenas intenciones, sino por el grado de equipamiento interior. Muchos de nosotros, en lugar de estar preparados para responder con madurez al dolor, hemos sido formados —consciente o inconscientemente— para reaccionar al dolor infringiendo aún más dolor.
La manera adecuada de aumentar nuestra respuesta asertiva en medio del conflicto está directamente relacionada con nuestra resistencia al dolor. El dolor duele, sí, y pesa con más fuerza sobre una vida ya herida. Por eso, la invitación que Pablo nos hace es a crecer en capacidad espiritual y emocional, aumentando nuestra resistencia al dolor que duele, no escapándolo, ni disfrazándolo, sino enfrentándolo desde el amor que todo lo soporta.
En nuestro libro Matrimonios en crisis, identificamos tres detonantes que muchas veces nos equipan —trágicamente— para la disfunción y no para la restauración:
Los traumas no resueltos que siguen operando en las sombras del alma.
Las heridas emocionales activas, que nunca cicatrizaron y continúan sangrando con cada roce.
La intimidad fracturada, donde el amor ya no fluye como entrega mutua, sino como mecanismo de defensa o manipulación.
Sanar y amar bien requiere reentrenar el corazón: no para huir del conflicto ni para escalarlo con violencia, sino para resistir en el amor que ha sido derramado en nosotros por el Espíritu (Romanos 5:5). Solo desde ese amor podremos crecer en capacidad para responder con gracia donde antes solo reaccionábamos con dolor.