Corría el año de gracia de 1780 y reinaba en España Carlos III. Hacía 5 años que había empezado la llamada Guerra de Independencia de los Estados Unidos o Revolución Americana. No es precisamente muy comentado el hecho que el punto de inflexión de este conflicto surgido entre Inglaterra y sus colonias de ultramar fue el reconocimiento internacional de las colonias y la consiguiente declaración de guerra a los ingleses por las otras potencias del momento, que eran Francia y España.
Ambas, tenían viejas cuentas por saldar con Inglaterra. Hacía relativamente poco de la guerra de los siete años, transcurrida entre 1756 y 1763, en la que Francia e Inglaterra se habían enfrentado precisamente en Norteamérica, conflicto que desembocó en la pérdida de toda presencia francesa en Canadá. En cuanto a España, estaba vinculada con Francia por los pactos de familia, y hacía también poco de la llamada guerra de la oreja de Jenkins , entre 1739 y 1748, en la que habían intervenido precisamente tropas inglesas de las colonias norteamericanas. Como se ve, todos eran viejos conocidos y este conflicto no era sino una continuación de todos los que se habían dado a lo largo del siglo entre Inglaterra como potencia naval emergente y los reinos de España y Francia, que en esta época aún eran capaces, de disputar la supremacía naval con ciertas garantías.