Dios va desarrollando en nosotros paciencia para otros mientras más nos dejamos guiar por Él. Su poder y bondad para nuestras propias vidas son necesarias para que, así como las otras virtudes del fruto del Espíritu, la paciencia cada día sea más visible en nuestras vidas. Cuando nuestra perspectiva es clara sabemos que las pruebas son la manera de Dios para perfeccionar la paciencia.