En 1994, el mundo de la informática sufrió un pequeño sobresalto con el descubrimiento de un error en el chip del procesador Intel Pentium. El problema radicaba en una falla en el algoritmo de división matemática, lo que hacía que algunos cálculos fueran incorrectos. En concreto, la división de algunos números grandes podía resultar en errores de redondeo que llevaban a resultados incorrectos. Aunque en un principio la compañía minimizó el problema, pronto se descubrió que podía tener consecuencias desastrosas para aquellos que trabajaban con aplicaciones científicas y financieras. Como resultado, Intel se vio obligada a realizar un reemplazo de los chips defectuosos, lo que le costó millones de dólares y el incidente dejó una marca en la reputación de Intel y en la historia de la informática como uno de los errores más costosos y notorios en la industria de los microprocesadores.