Su madre le soñó vestido de obispo cuando fuera mayor. Pero él tenía otros planes para sí. Por ejemplo, protagonizar una balada de bandidos georgiana, ser hombre de acción y sabotaje o autotitularse cruzado de la clase obrera y de la causa internacionalista. Para ello, superó sus muchas limitaciones, ingresó en la clandestinidad y fue capaz de todas las violencias, como atracar bancos, ordenar asesinatos, secuestrar y extorsionar a potentados o prender fuego a almacenes. Hasta que la policía secreta, siempre tras sus pasos, terminaba por echarle el guante. Entonces iba a dar con sus huesos a la cárcel, el exilio o el destierro. Entre rejas, ejerció de capo; es probable que en Viena coincidiera con un artistilla fracasado apellidado Hitler; y el olvido siberiano a punto estuvo de privar de su concurso a la Revolución de Octubre.

Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano

Sonido: César García

Diseño: Estudio OdZ

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