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Al parecer, Anton Chejov dejó escrito en un cuaderno un argumento para un cuento que jamás llegó a escribir. Probablemente, conozcas la anécdota y ya sepas cómo tenía que acabar ese relato. Pero si no es así, solo te desvelaré el principio: «Un hombre, en Montecarlo, va al casino y gana un millón…». Pues bien: «El jugador» desarrolla ese argumento. No exactamente en Montecarlo, pero no creo que eso importe, solo añadiré que el final de mi relato sí respeta el argumento —paradójico— de Chejov
By Nacho SendónAl parecer, Anton Chejov dejó escrito en un cuaderno un argumento para un cuento que jamás llegó a escribir. Probablemente, conozcas la anécdota y ya sepas cómo tenía que acabar ese relato. Pero si no es así, solo te desvelaré el principio: «Un hombre, en Montecarlo, va al casino y gana un millón…». Pues bien: «El jugador» desarrolla ese argumento. No exactamente en Montecarlo, pero no creo que eso importe, solo añadiré que el final de mi relato sí respeta el argumento —paradójico— de Chejov