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El misterio de la Navidad nos revela que Cristo es la plenitud, la luz de la historia, es la Palabra de Dios que se ha hecho carne. Si bien es cierto que en muchas ocasiones y de diversas maneras habló Dios a nuestros padres por los profetas, ahora, en esta etapa final, nos ha hablado directamente por su Hijo. Él es la Palabra que existía desde el principio, desde toda la eternidad, la Palabra por la cual se hizo todo cuanto existe, la Palabra eterna. Y esa Palabra vino al mundo, se hizo carne en el seno de la Santísima Virgen. Contemplabamos ayer por la noche a María dando a luz a su Hijo, envolviendo en pañales y reclinándose en un pesebre, mientras los ángeles anuncian a los pastores la buena nueva, el gran motivo de gozo para todo el pueblo: "Os ha nacido un Salvador". Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres.
Tal era el objetivo de la Encarnación. Si el Hijo de Dios se hacía presente en la historia era ante todo para dar, como hombre que era, gloria al Dios ofendido por nuestros pecados, pero también para traer, como Dios que era, paz a los hombres que vivían acongojados esperando su salvación.
By Basilica de CandelariaEl misterio de la Navidad nos revela que Cristo es la plenitud, la luz de la historia, es la Palabra de Dios que se ha hecho carne. Si bien es cierto que en muchas ocasiones y de diversas maneras habló Dios a nuestros padres por los profetas, ahora, en esta etapa final, nos ha hablado directamente por su Hijo. Él es la Palabra que existía desde el principio, desde toda la eternidad, la Palabra por la cual se hizo todo cuanto existe, la Palabra eterna. Y esa Palabra vino al mundo, se hizo carne en el seno de la Santísima Virgen. Contemplabamos ayer por la noche a María dando a luz a su Hijo, envolviendo en pañales y reclinándose en un pesebre, mientras los ángeles anuncian a los pastores la buena nueva, el gran motivo de gozo para todo el pueblo: "Os ha nacido un Salvador". Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres.
Tal era el objetivo de la Encarnación. Si el Hijo de Dios se hacía presente en la historia era ante todo para dar, como hombre que era, gloria al Dios ofendido por nuestros pecados, pero también para traer, como Dios que era, paz a los hombres que vivían acongojados esperando su salvación.