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En el año 586 a.C., el rey Nabucodonosor atacó por última vez a Jerusalén. Fue devastador, y la gente de Judá fue llevada cautiva a Babilonia. Cuando el salmista rogó a Dios que «recordara las promesas de su pacto», sin duda se refería al pacto incondicional que Dios había hecho con Abraham para hacer de su descendencia «una gran nación». Después, cuando Dios eligió a los judíos y gentiles, (todos nosotros), para ser parte de la Iglesia al responder a su gracia a través de la fe, él también hizo un pacto incondicional con todos nosotros, los verdaderos creyentes. No, no era una tierra prometida, sino una promesa celestial.
Este Principio es parte de la nueva “Biblia QR: Principios para vivir”, escrita por el Dr. Gene Getz. Accede a toda su enseñanza en bibliaqr.com
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