Durante los últimos años me he sentido atraído de tal manera por el estudio de la intención que he leído centenares de libros de psicólogos, sociólogos y escritores espirituales, de eruditos antiguos y actuales, de investigadores. En mi investigación desarrollo una definición bastante corriente de la intención, en el sentido de un firme propósito u objetivo unido a la decisión de alcanzar el resultado deseado. Se caracteriza a las personas impulsadas por la intención por una fuerza de voluntad que no permite que nada se interponga en la consecución de su deseo íntimo. Yo me imagino una decisión o determinación inquebrantables. Si eres una de esas personas con la actitud de “nunca me voy a rendir” y además con una visión interna que te empuja a hacer tus sueños realidad, encajas en la descripción de una persona con intención. Lo más probable es que seas un super-triunfador, y también que te sientas orgulloso de tu capacidad para reconocer y aprovecharte de las oportunidades que se te presentan. Yo he mantenido una creencia semejante sobre la intención durante muchos años. Aún más; he escrito muchas cosas y hablado muchas veces sobre la fuerza de la intención, tal y como he dicho anteriormente. Sin embargo, durante los últimos veinticinco años he notado un cambio en mi pensamiento, que ha pasado de lo puramente psicológico o de desarrollo personal a una orientación espiritual, en la que existen verdaderas posibilidades de curación, de obrar milagros, de manifestar y establecer contacto con la inteligencia divina...