Con la palabras que salen de nuestra boca podemos animar y levantar a alguien, pero también podemos herir y hacer caer al prójimo. La boca del creyente debe ser para la necesaria edificación de los demás a fin de dar gracia a los oyentes.
Con la palabras que salen de nuestra boca podemos animar y levantar a alguien, pero también podemos herir y hacer caer al prójimo. La boca del creyente debe ser para la necesaria edificación de los demás a fin de dar gracia a los oyentes.