Nada se puede comparar con la vida de una persona, la cual tiene un gran valor, porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Y se nos ha dado la responsabilidad de la conservación de la tierra y de todo lo que hay en ella, incluyendo la vida de las demás personas. Somos valiosos a los ojos de Dios, tanto que dio a su Hijo Unigénito para que muriera por nosotros.