Había una vez, en un rincón olvidado del mundo, una joven llamada Selene, que vivía en una pequeña aldea rodeada por montañas y bosques densos. Selene era conocida por su naturaleza tranquila y soñadora. Mientras los demás se dedicaban al trabajo arduo del día a día, ella pasaba horas mirando al cielo, fascinada por las estrellas que brillaban como diamantes en la oscuridad de la noche.