El 22 de enero de 2001 la Cámara de los Lores británica aprobó la clonación de embriones humanos con fines terapéuticos, ratificando la decisión tomada por la Cámara de los Comunes un mes antes. Además de reafirmar al Reino Unido como potencia mundial en este campo, la medida pretendía evitar una "fuga de cerebros"; de este modo los científicos británicos no deberían abandonar Gran Bretaña si querían utilizar embriones humanos en sus investigaciones.