En el capítulo 3 del Eclesiastés, Salomón ofrece esperanza a través del pasaje: "Hay un tiempo para cada cosa". Esto pone de relieve los ciclos y contrastes de la vida: la alegría y la tristeza, el nacimiento y la muerte.

Salomón señala que, aunque vivimos en el tiempo, Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones, creando una tensión entre nuestras vidas temporales y nuestros anhelos eternos.