La línea entre el placer y el trabajo siempre ha estado presente y, para la mayoría de nosotros, es una gruesa. En el colegio, el recreo era para divertirse mientras que las clases eran para aprender; en el trabajo, el horario de oficina es para trabajar y las pocas horas restantes del día pueden usarse para divertirse. Pero, ¿qué tal si uno integrara los dos elementos en una sola vida?