En una noche empapada de niebla y silencio, el Guardián del Cementerio camina entre lápidas que parecen observarlo. Su linterna titubea, su grabadora capta susurros imposibles… y frente a él, una figura encapuchada flota sobre la tierra húmeda, sin reflejar la luz.
No es un fantasma cualquiera. No busca asustar, sino recordar.
Entre ecos metálicos y frases grabadas en piedra, el Guardián descubrirá que incluso él —el narrador de las sombras, el observador de los muertos— puede sentir miedo.
Una historia donde la neblina tiene memoria, las criptas respiran y los visitantes no siempre se marchan. Porque esta vez, la oscuridad lo estaba esperando a él.
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