Nuestra vida está construida sobre una agenda de prioridades que dan por resultado lo que somos y obtenemos. Somos y tenemos lo que hemos construido a partir de aquellas cosas que pusimos en prioridad y otras que dejamos en segundo o tercer lugar. Dado que somos seres integrales y no fragmentados, nuestra vida espiritual
es parte del todo de nuestra vida por lo que la misma estará en el lugar que la pongamos y dará el resultado acorde a ese lugar. Queremos que Dios nos escuche,
le pedimos, reclamamos, decimos que somos sus hijos, que lo amamos, etc, etc,
etc. Pero al momento de agendarlo lo ponemos en último lugar. Dios está presente
en un costado de la agenda y si tenemos tiempo lo incorporamos. Buscar el reino
primero dará como consecuencia una vida llena de abundancia, rica y próspera en
todos los sentidos. Pero cuando damos vuelta la fórmula del éxito se transforma en
la fórmula del fracaso.