En una sociedad que aplaude la productividad, que admira a las personas adictas al trabajo, esta sociedad que nos tiene inmersos desde pequeñxs en un sinfin de quehaceres por cumplir. Que cada tanto nos recuerda que es mejor atiborrarnos de metas, proyectos porque es sinónimo de jubilo que nuestras agendas personales estén llenas, y sinónimo de crítica y hasta vergüenza darnos tiempo para descansar y pausar.

En esta sociedad es todo un reto entender que hacer menos, es hacer más, quizá es una idea que puede llegar a desencajar en este culto que hay al exceso de productividad.

En ocasiones nos contamos la película de que hacer más, es mejor, estar desocupado es perder el tiempo y acaso no es perder vida haciendo cosas que no te hacen bien que no te brindan bienestar y tranquilidad. ¿Qué importa? si ya nos estamos creyendo la historia que genera validación por los demás.

Es difícil entender que hacer menos, es hacer más, quizá es una idea que desencaja en la sociedad que hace culto al exceso de productividad.

En ocasiones nos contamos la película de que hacer más, es mejor, estar desocupado es perder el tiempo y acaso no es perder vida haciendo cosas que no te hacen bien que no te brindan bienestar y tranquilidad. ¿Qué importa? si ya nos estamos creyendo la historia que genera validación por los demás.