Cuando a Carolina le dijeron que probara los hongos mágicos como terapia, pesaba 39 kilos, lo que pesa una niña de 11 años. Entonces tenía 23 y de las veinticuatro horas del día, dormía dos, el resto, las usaba para expulsar —en contra de su voluntad— todo lo que comía. Cuando grabamos este episodio, ya casi había recuperado el peso, estaba a punto de graduarse y a unos meses de inaugurar un lugar para entrar en contacto con medicinas como los hongos mágicos. Esas setas pequeñas, amarillentos y alucinógenas, contienen psilocibina, una sustancia que, con el acompañamiento correcto, la actitud y el espacio bien cuidado, está siendo estudiada en los laboratorios como promesa para el tratamiento de varias enfermedades mentales.