En la relación abogado cliente asumimos que el cliente determina los objetivos a perseguir y el abogado elabora la estrategia jurídica para alcanzarlos. Esta división, aparentemente nítida, tiene varios problemas. Estos pueden exacerbarse cuando mi cliente tiene algún grado de discapacidad psicosocial o intelectual. ¿Cómo debe comportarse un abogado que cree que su cliente tiene algún impedimento para tomar decisiones autónomas y racionales? ¿Debe seguir sus órdenes sin cuestionarlas aún cuando puedan llegar a afectar a su propio cliente?