Dentro de la quietud de la noche, ruidos estruendosos escuchas pero dentro de tu cuarto de máquinas no ves nada. Pasa desapercibido el ruido y bajas a mover la pluma para que pase el tren y de repente percibes un olor a podrido, un olor a muerte y un enjambre de moscas está a tu alrededor, tu ayudante te hace señas y tú volteas detrás de ti y ahí está, erguido, gruñiendo, echando un humo del hocico del cual babea y tú, sólo quieres huir, rezar pero nada haces y lo único que haces es contemplar tu hora de morir.