Hay lugares donde el silencio no calma… solo amplifica lo que uno lleva dentro.

Lugares donde un simple reloj puede sonar como una sentencia,

y una pregunta inocente basta para abrir algo que debía quedarse cerrado.

Él dice que no está enfermo.

Dice que vino por su cuenta.

Que solo quiere hablar.

Pero en su voz hay algo que no encaja, una calma demasiado perfecta, una verdad que parece ensayada.

A veces, lo más inquietante no es lo que se dice, sino lo que se recuerda entre palabra y palabra.

Porque hay conversaciones que no buscan ayuda.

Solo buscan una razón para seguir ardiendo.

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