Quise hacer un episodio distinto e invité a Raúl Rodríguez a mi casa para que me hablara y me mostrara su pasión por la comida, mientras hacíamos una rica pasta. Con este cubano trabajé en una tienda aquí en Estados Unidos. Es joven, inteligente, ciudadano americano y con un inglés perfecto. Todo para trabajar en una buena, grande y proyectada compañía aquí en el imperio, pero ese no es su norte. Con lo que me deja tremenda lección: nunca el sueño americano que muchos idealizan es más grande que el sueño personal que viene de una pasión.