Me subí al elevador de un edificio moderno y noté que lo único que había en ese cubo era un tablero indicando el piso que recorría. No había botonera, no había elevadorista, no había… música. Aquello me dejó pensando en la extraña intromisión y salida que tienen los sonidos en nuestras vidas. Así que solo por curiosidad hablé con dos expertos en el tema de los sonidos que desaparecen: Pablo Flores y José Enrique Fernández.