Érase una vez Hageo, quien buscaba desafiar al pueblo de Dios con respecto a sus prioridades. Él los llamó a reverenciar y glorificar a Dios, construyendo el Templo, a pesar de la oposición local y oficial. Hageo los exhortó a no desanimarse porque este Templo no estuviera tan ricamente decorado como el de Salomón.