La segunda guerra mundial permitió que algunas personas desarrollaran carreras militares extraordinarias. Muchas de ellas acabaron convirtiéndose en mitos. Erwin Rommel, por ejemplo,
Su leyenda perduró más tiempo que el Reich al que creía servir. Cuando se encontraba en la cima de su éxito, su prestigio obraba sobre el enemigo el mismo efecto que divisiones enteras. En agradecimiento, Hitler lo convirtió en el mariscal de campo más joven de la Wehrmacht. Después, sin embargo, llegaron las derrotas y, al final, la discordia.