Hace un tiempo atrás, cierto joven, para mí desconocido, me abordó con sus comentarios en la red social de Twitter. Afirmaba que no era capaz de creer en Dios a causa de la crueldad por él demostrada, habiendo incluso llegado a contabilizar las muertes registradas en la Biblia, en las que Dios mismo estaba involucrado. Casos que, según él, se cuentan por millones de seres humanos. A priori, le confesé mi asombro ante sus afirmaciones, puesto que él mismo se había presentado como una persona completamente atea. "Un ateo", le repliqué, "lo que hace es no creer en la existencia de ningún Dios. Y si Dios no existe ¿cómo es posible que cometa tantos asesinatos como tú afirmas?".