Jesús sigue mostrando su identidad. En esta ocasión Jesús sube a Jerusalén y al ir al templo mira un problema, toma acción inmediata, y enseña una verdad transformadora. El templo, lugar de comunión con Dios se había convertido en un mercado donde se vendían corderos, bueyes, y palomas; donde de cambiaban monedas para la ofrenda. Al ver esto Jesús, derriba las mesas y saca a todos de allí. Esta es la casa de mi Padre, dijo.

Era urgente tomar acción inmediata frente a un problema, era urgente decirlo con claridad: él es el templo que una vez destruido se levantaría al tercer día. La escena quedaría guardada en la mente de los discípulos que la recordarían una vez Jesús ha resucitado.

Musicalización: Natanael Ospina.